¿Más Ayete?

Uno de los empeños de la izquierda abertzale a lo largo del año transcurrido desde que ETA anunció su hasta luego definitivo a las acciones armadas ha sido poner en marcha un mecanismo de seguimiento de la Conferencia de Ayete, a partir del último punto del documento y habida cuenta del extraordinario partido que supieron sacarle a la primera.

La reunión tuvo lugar tres días antes del comunicado de ETA y el documento que los mediadores internacionales acordaron tenía tareas para todos: en el punto primero, instaba a los terroristas a anunciar el cese de la violencia y a pedir conversaciones a España y Francia para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto.

En el segundo, instaba a los Gobiernos aludidos a aceptar esas peticiones. El tercer punto recomendaba dar pasos para avanzar en la reconciliación, el reconocimiento de todas las víctimas y el dolor causado. El cuarto punto sugería que los partidos y los «agentes no violentos» discutieran de política, contando para ello con la ayuda de facilitadores internacionales si fuera necesario. Pagando, se entiende. Y en el quinto, se mostraban dispuestos a organizar un comité de seguimiento.

Aquella Conferencia contó con la presencia de todos los partidos, excepto el PP, aunque no consta que se opusiera con gran vehemencia, salvo la honrosa excepción del presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti. Las personalidades internacionales eran un político en activo (Gerry Adams, presidente del Sinn Fein) y cinco en la reserva, en su condición de ex, cuatro de ellos de la Internacional Socialista.

La Conferencia había constituido una baza inestimable para ETA y la izquierda abertzale. Se trataba, por fin, de la internacionalización del conflicto, que habían venido persiguiendo desde hacía décadas. Nada tan apropiado como iniciar el seguimiento a calor de villancicos clásicos, el hator, hator, mutil etxera y la campaña turronera que siempre vuelve a casa por Navidad; marco idóneo para tratar de presos y huidos.

Los expertos en escudriñar las entrañas de la oca consideran que ya está empezando a madurar la cosa y que ETA se mostraría dispuesta a disolverse a cambio de gestos, como los que ha venido propiciando el Gobierno con los acercamientos a cárceles vascas de los terroristas presos.

El propio ministro del Interior declaraba el pasado miércoles que «ETA quiere negociar con el Gobierno el futuro de sus presos y que estaría dispuesta a disolverse, a desmantelar sus estructuras y a entregar las armas a cambio de un acuerdo sobre los presos, sin duda», pero que el Gobierno no ha negociado ni negociará con la banda.

Si el ministro lo dice así será, pero no hay constancia de que, no ya ETA, sino Bildu y Amaiur hayan renunciado a la contrapartida que exigen para entregar las armas en lo que llaman «desmilitarización»: la expulsión de Euskadi de los Cuerpos de Seguridad.

«El desarme de la otra parte» lo llamaba el dirigente batasuno Joseba Álvarez en las postrimerías del verano. Es lo que hay.